Sigilosamente nos dirigimos hacia la entrada del teatro, para que nuestros pasos o sonidos no fueran captados por la grabadora. Quedamos sentados de espaldas contra la pared que da hacia el pequeño salón donde se exhiben algunos cuadros de personajes históricos de la ciudad, tomando terere y en hablando en voz muy baja solo cuando era necesario.
Toda nuestra atención estaba centrada hacia el escenario. Miramos constantemente por si suceda algo fuera de lo normal, pero salvo algunos susurros que parecían provenir del centro mismo de las tribunas vacías, no hubo algo llamativamente extraño en principio. Incluso pensamos que dichos susurros eran ráfagas de viento que entraban por alguna parte.
Esperamos alrededor de quince minutos y fuimos a buscar la grabadora, para escuchar si se captaron cosas interesantes. Nos llevamos una sorpresa al notar que, si bien estando presentes en el lugar no logramos percibir sonidos muy concretos, en la cinta se captaron gran cantidad de ruidos extraños y que obviamente no parecían provenir del escenario, pues -¡estuvimos tan cerca y no escuchamos nada antes!
Sonidos de personas sollozando, campanadas que no provenían del campanario del templo de la iglesia salesiana, ya que eran muy continuas. Aullidos de perros, sonidos de piano y voces, entre las que se destacaba una frase que no pudimos entender bien al principio, pero luego, cambiando la velocidad de la cinta, lo entendimos. Los diferentes ruidos parecían estar exentos del tiempo, pues habían algunos que sonaban muy lentamente, hasta el punto de escucharse demasiado graves (como cuando se pone una cinta a velocidad muy lenta), en cambio otros no podían entenderse por su excesiva rapidez.
Gracias a que la pequeña grabadora tenía mecanismos para reproducir más lenta o más rápidamente, pudimos oír y comprender la frase que nos llamó tanto la atención. Era una voz muy grave, como suele decirse “de ultratumba”, que decía: -“Ustedes”…
Nos miramos todos y el escalofrío fue general. Nos acabábamos de convencer totalmente de que en el lugar había algo que debía estudiarse, pero que requeriría valor para hacerlo. Luego del instante de estupefacción, fui nuevamente a colocar la grabadora y, aunque no se escuchó antes en la reproducción la alarma del detector de movimiento, de igual forma lo coloqué al lado.
Volvimos al rincón donde estuvimos anteriormente, en el sector de la entrada del teatro, mirando fijamente hacia el escenario, pues de lo que queríamos asegurarnos, además de ver algo en un momento dado si es que se notase, era que el detector no llegue a sonar por captar movimientos de roedores. La penumbra que provenía de la luz de los camerinos, proporcionaba suficiente claridad para comprobarlo.
Seguimos tomando terere y conversando amenamente en voz baja. El tema principal era la voz que escuchamos. Todos sentimos como que era un mensaje dirigido a nosotros, especialmente por la palabra empleada: “Ustedes”. Yo la sentí resonar una y otra vez en mi cabeza, tratando de llegar a una conclusión medianamente razonable al respecto. Pasaron alrededor de diez minutos cuando, repentinamente, suena la alarma del detector de movimiento.
Nos levantamos inmediatamente, tratando de agudizar la vista, pero todo seguía en su sitio. La grabadora estaba en medio del escenario, el detector al lado y como en el momento en que se produjo el ruido estábamos mirando hacia ahí, no fue ningún animal roedor o algo parecido. La alarma había sonado sin que hubiera nada material en su campo de sensibilidad. La alarma, que habíamos probado antes, que funcionaba bien y tenía baterías nuevas, había captado movimientos que eran producidos por algo que definitivamente no podía verse!
La sorpresa fue grande y nos quedamos de pie por un buen rato, esperando oír más cosas, hasta que volvimos a sentarnos y a observar. Luego de varios minutos, sonó la alarma. Entonces, nos levantamos y fuimos ruidosamente hasta el escenario, como para ahuyentar de alguna forma al ente, espíritu, ser o energía que estuviese ahí.
Subí hasta el escenario, seguido por Tadeo y al tomar los aparatos con mis manos, oímos un sonido hueco, que provenía de los camerinos. Yo me encontraba tan comprometido con la “causa”, con lo que estaba haciendo, que el miedo fue algo así como un acompañante permanente, pero no desagradable. Sin titubeos fui hacia los camerinos y… nada. Todo parecía estar en orden. Los muchachos inspeccionaron el lugar y aunque había una sensación algo turbia en el ambiente, no vimos ni oímos algo más ahí.
Decidimos ir hacia la zona de entrada para escuchar el resto de la grabación, en la que se captaron nuevamente varios sollozos, algunas voces no muy inteligibles e melodías cortas parecidas a las producidas por un piano y un violín. Les hablé a los muchachos sobre la idea de reunirnos al día siguiente durante la siesta, aprovechando el horario de descanso de mi trabajo y de la mayoría de las personas de la ciudad, para escuchar más atentamente la cinta, analizándola parte por parte.
También resolví dejar, de ahí en adelante, los aparatos en el escenario, retirándonos al parque Rincón de Itaúna, que se encuentra al lado del edificio del teatro, donde esperaríamos alrededor de media hora mientras se realizaban las grabaciones, evitando de esa forma hacer algún tipo de ruido que suene posteriormente en las reproducciones y con tranquilidad por la comprobada ausencia de roedores que perturben el funcionamiento del detector de movimiento.
Nos retiramos más entusiasmados que nunca, con la seguridad de haber encontrado algo digno de estudio debido a los sucesos de esa noche, con la voz de ultratumba resonando en los oídos: “Ustedes”…