Segunda parte
Eran alrededor de las 7 y media de la noche, cuando llegamos hasta la puerta de entrada del teatro. Estaba acompañado por varios amigos que me ayudarían, movidos por una particular curiosidad sobre el tema, así como por apoyarme en algo que resultaba sumamente llamativo, novedoso y a la vez un poco macabro, por la naturaleza de lo que iba a investigar. El Profesor sacó de su manojo de llaves la que correspondía a la puerta principal que daba directamente al teatro, de esa forma podríamos trabajar en el proyecto con tranquilidad y aislados de la distracción de los ruidos externos, además de contar con dicha llave para poder salir en caso de algún “imprevisto”, pues él iría a su casa por su cena y posteriormente volvería para continuar sus trabajos de investigación histórica en la biblioteca, para un libro que estaba preparando.
Luego de despedirnos del profesor y que él nos deseara éxitos en la labor que íbamos a iniciar, ingresamos y preparamos nuestros instrumentos. Los mismos consistían en una pequeña grabadora, de las que utilizaban los periodistas, con un micrófono de cable incorporado para evitar que se captase el sonido de la cinta al girar. Además tenía una cámara fotográfica con rollo nuevo y un detector de movimiento que me prestó el amigo Tito. Para ese tiempo, era bastante esta tecnología que tenía al alcance y conforme a los resultados que obtuviera, decidiría si era necesario utilizar una cámara de vídeo. La siguiente tarea era determinar dónde colocar los instrumentos, especialmente la grabadora y el detector de movimiento, que debían ir juntos.
El teatro es un salón de grandes proporciones, donde el nivel de la entrada está más alto, con un declive que se vuelve más acentuado a medida que se aproxima al escenario, al cual se ingresa a través de dos escaleras, colocadas en ambos extremos, izquierdo y derecho. El escenario era muy amplio, con el piso de madera muy sonoro al caminar en el silencio reinante en ese momento y los enormes telones corridos a medias. Al costado derecho, en el fondo, se encontraba la puerta a los camerinos. Esa noche, antes de subir a verificar, toda esa zona se encontraba inmersa en una profunda oscuridad, lo que producía una sensación de extraña inquietud.
Mis leales amigos Tadeo, Favio, Juan y José, viendo la magnitud de lo que significaban los acontecimientos y el sombrío panorama que presentaban la solemnidad del momento, con la perceptible energía de antigüedad, todo condimentado por las innumerables historias oídas al respecto, se vieron envueltos conmigo en ese entusiasmo cauteloso previo a las situaciones decisivas, por lo que les pedí reunirnos en círculo, infundiéndonos fuerza y deseos de éxitos.
Posteriormente, nos acercamos al escenario, que parecía tener un aura tan oscura como se veía en ese momento, haciendo que se vuelva más tenso el momento, por lo que me decidí a subir, sacudiéndome el temor creciente y dando de esa manera una demostración de que el miedo no debe impedir enfrentar una situación, por más riesgosa que pueda parecer en ese momento.
Son esos instantes en que se debe estar ahí para valorarlo suficientemente y para percibir en su real dimensión las sensaciones que parecían estar llenando el lugar. Empecé a recorrer los rincones del escenario y a despejar los telones, tras lo cual subieron también todos a ayudarme. Buscamos el interruptor de la luz, pero solo encontramos el que pertenecía al sector de los camerinos. Decidí dejarlo iluminado, para que haya suficiente penumbra en el escenario.
Ya con mayor ánimo, nos pusimos a correr los telones, despejando el sitio donde colocamos la grabadora y el detector, de modo que podamos tener un amplio ángulo de visión desde del sector de la entrada. Coloqué en el medio del escenario la grabadora y al lado el detector de movimiento, de manera que si su alarma sonase, esto sea bien captado y grabado.
Encendí ambos aparatos y nos alejamos hacia la entrada, desde donde vigilaríamos, estando atentos a cualquier sonido que provenga de ahí, como también para asegurarnos de que la alarma no sea producida por el movimiento de algún roedor. En el ámbito de las tribunas, repentinamente parecían oírse ciertos susurros alrededor, pero no eran lo suficientemente claros. Quedé con la suposición de que podían ser ecos. Aquí lo realmente importante sería comprobar y reunir pruebas de sonido o de algún otro tipo, pero que fueran suficientemente claras.
Nos sentamos en la entrada misma del gran salón del teatro, hacia la zona más alta donde empezaban las filas de asientos. La cinta ya estaba girando, esperando por los tan comentados ruidos de sus «fantasmas»…