Cuarta parte – Cazando Fantasmas
Esa noche habíamos llegado temprano. Eran alrededor de las 19:30 cuando saludamos al Profesor, que estaba trabajando en la biblioteca. Le conté brevemente acerca de nuestros planes de colocar los aparatos que utilizábamos para captar las actividades extrañas del teatro, esta vez dejando que se realicen las grabaciones sin nuestra presencia dentro del edificio. Como siempre, el profesor me alentó a seguir hasta obtener esas pruebas contundentes que tanto ansiaba, esperando demostrar con ellas la existencia de seres no tan corpóreos como los que estamos vivos.
Ya en el escenario, coloqué la grabadora y el detector en el medio mismo. Los puse en funcionamiento y nos bajamos lo más silenciosamente posible, de regreso hacia la entrada. En ese momento el profesor salía para ir a su casa, razón por la que aprovechamos también para retirarnos todos del edificio, cerrando con llave la enorme puerta e instalarnos en el parque ubicado al lado mismo a esperar pacientemente mientras se realizaba la grabación.
El “Rincón de Itaúna” era un parque de pequeñas dimensiones, en el que había un par de llamativas hamacas, además de otros escasos juegos para los niños, algunos bancos para sentarse y en el fondo mismo un sector construido para el funcionamiento de una cantina, la cual pocas veces funcionaba. Pero lo más impactante de este singular sitio eran las hamacas mencionadas. Estaban ubicadas enfrente mismo de los bancos o asientos de descanso, y era extraña la forma en que se movían solas, como si hubiesen niños invisibles usándolas por momentos.
Si existe algún fenómeno físico que pueda explicar esto, sería muy interesante conocerlo, pero cuando se movían las hamacas de Itaúna, no era porque había viento, ya que en muchas ocasiones sí soplaba con cierta intensidad pero casi no se daba movimiento alguno, en cambio, a veces había tanta calma y aún así, al sentarnos a tomar terere en este parque, veíamos cómo empezaban a columpiarse lentamente, hasta llegar a una velocidad media que se volvía constante por mucho tiempo.
Ese era el sitio donde nos pusimos a esperar mientras funcionaban los aparatos de grabación y detección en el teatro. Nos quedamos durante media hora, conversando animadamente y volvimos a abrir la colosal puerta, para descubrir si hubo algún tipo de fenómeno captado por las máquinas. Al regresar a la zona de la entrada, después de recoger lo dejado en el escenario, escuchamos durante un rato, sorprendidos, lo grabado en la cinta.
Al pasar unos minutos de la reproducción, se oía cómo la grabadora era detenida y puesta a funcionar nuevamente. Claramente se percibía el sonido de “Stop” de la máquina, y luego otra percusión, con la que corría nuevamente la grabación. Esto se repetía durante varios minutos, hasta que se empezó a escuchar la alarma del detector de movimiento.
Luego, los sonidos estuvieron asociados, primeramente se oía el detector y luego el “Stop” de la máquina. Sacando conclusiones sobre la marcha, era evidente que había “algo” jugando con ambas máquinas, demostrando que estaba presente, usando lo que nosotros usábamos para estudiarlo.
Pensé por un instante: -Quién es el gato y quién es el ratón aquí? Habíamos llegado como los «cazadores» de fantasmas y estábamos cada vez más sorprendidos. Lo que sea que hubiere, se daba el lujo de usar nuestras propias «armas», jugaba con nuestras máquinas y, posiblemente, también estaba ya jugando algo macabro con nosotros. Pero no me daría por vencido tan fácilmente. La siguiente noche, sería la de la verdad. Estaba decidido a enfrentarlo. Con el apoyo que tenía, vería qué tan fuerte era lo que se había adueñado de este lugar tan lleno de historias y objetos llenos de antiguas energías y momentos.
La siguiente noche, trataríamos de comunicarnos con el misterioso y fantasmagórico habitante del teatro…