FANTASMAS, CASOS REALES – Los misterios del Teatro – Sexta Parte

SEXTA PARTE

Estábamos algo alejados de los camerinos, probablemente a unos 30 metros, pero miramos sorprendidos cómo después de apagarse, se encendían las luces otra vez en ese sector. En las demás partes, la iluminación seguía normal. Luego, percibimos un sonido seco que provenía de la entrada. Fuimos todos a verificar y encontramos en el piso un cuadro antiguo, parecía un fotografía familiar, que estaba colgado junto a otros más en una zona que servía como antesala del teatro.

El cuadro ya no tenía vidrio, lo que hacía suponer que se había caído en otras ocasiones. Lo extraño es que el clavo donde se hallaba colgado estaba intacto, así como el alambre que lo sujetaba detrás. Esto era algo sobre lo cual debíamos preguntar al profesor y a los funcionarios.

Como si se tratase de una cadena de sobresaltos y fenómenos que se ponían de acuerdo, o venían de una legión de fantasmas, se escuchó otro sonido, esta vez hacia el escenario. Era de la misma madera sólida. Fueron como dos zapatazos y luego paró. Ya nos sentíamos como pelotas que iban de un lado a otro, pero nos acercamos lentamente y más sigilosos que en otras ocasiones, porque si antes percibíamos algo turbio en la atmósfera del lugar, esta vez parecía como si se estuviesen agazapando tras las paredes y rincones un montón de diablos para darnos un gran susto.

A medida que nos aproximábamos al escenario, el telón se movía, suavemente al principio, pero cuando estábamos al pie de las escaleras el movimiento era más intenso, sin que se sientan corrientes de aire o que haya algún ventilador funcionando.

Cansado de tantos preámbulos de alguna posible manifestación mayor, no contuve mi impaciencia y subí a descorrer el telón, para descubrir lo que sea que hubiese detrás. Para nuestra sorpresa, nada extraño había. Las enormes telas dejaron de moverse…

Entre todos revisamos también los camerinos, donde el funcionamiento de la luz había vuelto a la normalidad. Por momentos, parecía percibirse de reojo como algo transparente, cruzando muy cerca. Era como si se estuviera moviendo a nuestro alrededor, girando, sin que podamos siquiera verlo claramente. Le dirigí algunas palabras, para entablar una nueva comunicación, por si se manifestase más físicamente frente a nosotros, pero la respuesta fue otro «zapatazo» hacia el lado opuesto del escenario. Ya no estaba seguro de que fuera un solo «fantasma». Parecía ser una legión.

Luego de varios minutos hice una seña a mis compañeros, bajamos del escenario y nos encaminamos hacia la entrada, para hablar y decidir qué hacer. Fue entonces que escuchamos, muy sorprendidos, la alarma del detector de movimiento. Lo había dejado al costado de la entrada de los camerinos mientras hacíamos las pesquisas por sus rincones…

En ese momento, se me erizó la piel y seguro mis compañeros de investigación sintieron lo mismo, porque sabíamos todos que el aparato estaba apagado desde que paramos con las grabaciones. No podía ser verdad. Era algo tan estremecedor. Otra vez, «algo» manipuló nuestra propia arma de investigación, y lo usó para asustarnos.

Respirando profundamente, dije – “Lo que sea que haya aquí, no parece agradarse de que estemos investigando. Vamos a usar todo el valor y las fuerzas que tenemos para subir a traer el detector. Después nos vamos”.

Teníamos la sensación de estar luchando con una fuerza terrible, porque cada paso hacia el lugar donde dejé la máquina, era resistido por nuestros cuerpos, como si nuestros pies se negaran a avanzar. Finalmente, subí primero, seguido por todos e intentando calmarnos, a pesar de que comprobamos que el detector estaba apagado.

Las luces de los camerinos parpadearon, una vez más. Nos agobiaba una fuerte «presencia», lo cual puede describirse como sentirse observados por «algo» con mucha fuerza espiritual, tanto como para ponernos los pelos de punta.

Nos sentíamos observados por “algo” que había encendido el aparato y se tomó el atrevimiento de hacerlo sonar al materializarse enfrente, para apagarlo después. “Algo” más allá de nuestra inmediata comprensión había ahí. Que se movía alrededor sin que pudiéramos verlo o verlos, manipulando cosas y tratando de atemorizarnos. Y lo lograba. Con cada suceso extraño, nos quedábamos más alertas, como preparados para otro eventual acontecimiento y susto.

Luego de otro ruido fuerte y extraño en el escenario, dije a mis compañeros que era mejor bajar e ir a la entrada, sin correr ni sobresaltarse. Nos dirigimos hacia ahí con los pasos más seguros que podíamos dar en ese momento. Tratábamos, a pesar de todo, de mostrar que juntos éramos fuertes y no nos dejaríamos vencer con facilidad.

Al llegar hacia el centro mismo del teatro, nuevos sonidos se hacían sentir. Se oía el piano que estaba exhibido en el sector del museo. Sonaban unas notas y luego se detenía. Aunque quisiéramos, era imposible verificar esa zona porque no contábamos con las llaves, ya que solamente se nos permitía hacer las investigaciones en la parte correspondiente al teatro. Entonces, llegando a la entrada misma, oímos nuevamente el piano. Sabíamos que nadie estaba ahí. Nadie del mundo de los vivos…

La puerta del museo, enorme y sólida, estaba cerrada con llave.

Lo que parecía increíble en principio, estaba sucediendo frente a nuestras narices. Solo al seguir enfrentándolo conoceríamos su verdadero poder. Ya comprobamos su existencia y posiblemente ese «ser” (o seres), nos estaba conociendo a cada uno también. De ahora en más, -¿qué tanto podríamos aprender sobre él? O quizás, -¿hasta dónde nos permitiría llegar?

El miedo es algo con lo que los humanos convivimos, pero no debemos dejarnos vencer por él. Por eso, al día siguiente, nada sería mejor que ir a primera hora, para abrir con el profesor las puertas del teatro y buscar rastros de nuestro tenebroso «fantasma».

Necesitábamos armarnos del valor que se toma de la luz del día, para enfrentarlo otra vez, para conocer mas sobre «el» o «ellos». Esta vez, sin bajarnos del escenario, sin dejar de perseguirlo, porque ya quería ir hasta las últimas consecuencias.

FANTASMAS, CASOS REALES – Los misterios del Teatro – Primera parte

                             CAZANDO FANTASMAS – CASOS REALES
                                                           Primera parte

El emblemático edificio del teatro de la ciudad de Concepción, Paraguay, ha sido siempre motivo de los más variados comentarios, tanto por su historia y arquitectura, como por los rumores de fenómenos extraños que muchas personas afirman haber vivido en ese lugar. Sonidos repentinos, estruendosos en algunos casos, voces misteriosas e incluso apariciones, forman parte de la larga lista de sucesos sin explicaciones que vayan de la mano con lo racional, lógico o real.

Fue así que en el año 1997, habiendo leído bastante material sobre ciertos enigmas de la historia y otras literaturas relacionadas que tenían similitudes con estos acontecimientos, decidí ponerme a investigar con mayor seriedad sobre el tema, esperando lograr resultados que puedan probar la existencia de los distintos fenómenos paranormales que se suponía que acechaban a la otrora vieja mansión de Don Basilio Quevedo.

La edificación es de estilo neoclásico italianizante, construida a fines del siglo XIX para la residencia particular del citado señor, un rico comerciante de la Villa Real. El sitio también funciona como Biblioteca Municipal y Museo Cívico, con importantes volúmenes en sus estantes y objetos de gran valor histórico en sus enormes salones. Son numerosas las historias sobre la vida de quienes fueron sus habitantes originales, lo cual es digno de estudio para dilucidar los hechos acaecidos en esos tiempos, para disipar dudas y descartar rumores sin trascendencia real.

Museo, Biblioteca y Teatro Municipal- De 1.912, con origen masonico

Tras haber recorrido la Perla del Norte, realizando entrevistas a distintas personas que afirmaban haber vivido las más extrañas situaciones, concentré mis indagaciones en “el Teatro”. En aquellos tiempos, se encontraba a cargo del lugar el erudito Profesor historiador Don Pedro Antonio Alvarenga Caballero de Añazco, ya fallecido hace varios años, quien dejó un inmenso legado de importantes obras sobre la historia de la capital del primer departamento, entre otras más.

Eran largas las conversaciones con el Profesor Pedro, generalmente sobre historia o la arquitectura concepcionera, lo cual resultó muy interesante para mi juventud ávida de conocimientos, especialmente si éstos podían ser proveídos por un hombre al que consideraba muy sabio. Con respecto a la incipiente investigación, le comenté que mi objetivo se basaba en obtener pruebas sólidas de la existencia de fenómenos considerados paranormales.

En el transcurso de los días, fuimos intercambiando opiniones e historias relacionadas a la naturaleza de los sucesos que yo estaba investigando, hasta llegar a la idea de realizar algunos experimentos de grabación en el edificio del Teatro Municipal, lo cual me entusiasmó enormemente.

Para tener un panorama más acabado sobre los acontecimientos inexplicables que sucedían ahí, el Profesor me pidió que esté presente alrededor del mediodía en el lugar, porque con mucha frecuencia se escuchaba un sonido muy fuerte, parecido a un portazo colosal o una madera enorme golpeando el piso, sin que existiera ningún objeto material que produjera tal estruendo. Me consta que las palabras del Profesor eran verdaderas porque en muchas ocasiones, sin que pudiera ver nada ni nadie que estuviera haciendo el extraño ruido, lo oí , así como tantas personas en la ciudad que conocen sobre este fenómeno.

Fue mayor aún el sobresalto al darme cuenta de que dicho estruendo se producía con una exactitud increíble. A las 12: 15 am sonaba diariamente.

Las expectativas fueron creciendo a medida que comprobaba cosas sobre el lugar. Algunos relatos que oí no pude verificar si podían ser reales porque simplemente no se repitieron situaciones similares en el tiempo en que estuve investigando, pero las cosas que sucedían eran definitivamente impactantes.

En esos días, fui con un amigo para realizar un breve recorrido por el sector correspondiente al museo, pasando por los primeros salones, leyendo las etiquetas de los objetos y reliquias, conversando sobre las cosas que nos parecían más interesantes, hasta que llegamos hasta el salón que albergaba entonces al famoso “carretón” que perteneciera a Madame Lynch. Al acercarnos hasta el histórico medio de transporte de quien fuera la consorte del Mariscal Francisco Solano López, le comenté: –Este es el carretón de Madame Lynch.

En ese momento, una de las ventanas que daba hacia las tribunas del teatro, comenzó a vibrar violentamente, durante un breve instante, para quedarse tan quieta como si nada hubiera pasado. Ambos nos sorprendimos mucho, mientras Tito, un amigo que por entonces era funcionario de la institución municipal y estaba recorriendo con nosotros, nos dijo que esas cosas eran ya normales ahí, que ellos estaban acostumbrados.

Esta manifestación, tan increíble como tenebrosa, me hizo pensar en lo que se venía si continuaba con mis pesquisas fantasmales, pero para mí eso ya no era algo que podría detenerme, aunque sentía en ocasiones un escalofrío en la espina dorsal cuando recorría las dependencias, me había decidido averiguar a toda costa si eran reales los fenómenos considerados paranormales y, lo que me parecía tan interesante era el desafío de reunir pruebas de su existencia para publicarlas en algún momento. Las cartas ya se estaban jugando y yo me iba a arriesgar todo lo posible para tratar de ganar logrando conseguir evidencias concretas que pudieran demostrar a las personas la verdad sobre estas cosas. El tiempo y los acontecimientos lo decidirían finalmente…